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Una cosa es la campaña y otra es la gestión.

Por: Luciana Flores

Para: La Voz del Interior




Un conjunto de consignas altisonantes, declaraciones viscerales y unos cuantos conceptos radicalizados y dogmáticos impactaron de manera efectiva en una sociedad que fue llevada al hartazgo por gobiernos que sólo pudieron construir pobreza y decadencia, y condujeron a Javier Milei al triunfo en las últimas elecciones presidenciales.


Pero una cosa es la campaña y otra es la gestión. Una cosa es una elección y otra es gobernar.


En los pocos días que lleva de gestión, Milei ya ha tenido graves dificultades en todos los frentes: en el legislativo, en el judicial, en el sindical, con los gobernadores y en la generación de una agenda pública. A esto se suman los conflictos en el frente internacional.


La política exterior es impredecible y está tan ideologizada como en el gobierno anterior. Sumada a una serie de exabruptos inaceptables para una figura presidencial.


El accionar del Gobierno se ve desordenado y con un grado de improvisación, tanto desde el punto de vista de la organización política como desde la administración del Estado. No logra brindar las certezas que se requieren. Ni en la sociedad ni en el mercado.


El gobierno de una comunidad o de una Nación debe administrar eficientemente el Estado y debe gestionar de modo inteligente la política destinada a hacer realidad los planteos, planes y programas que elabora.


En la administración del Estado no se ve un equipo de gobierno con un sólido espíritu de cuerpo, con ideas claras compartidas por todos en relación hacia dónde se va y cómo hacerlo. De hecho, hay funcionarios que fueron echados antes de asumir y otros que antes de los 40 días ya fueron expulsados.


Parece que el Gobierno está cruzado de internas que de alguna manera le quitan efectividad. Ya vimos en el pasado más cercano cómo el loteo de un gobierno imposibilita actuar con eficacia.


Además, parece que no se respeta una regla básica de la conducción y de la administración, que es que el poder formal debe coincidir con el poder real. Cuando, por ejemplo, quien elabora el programa integral de gobierno que definirá la vida, el destino, la suerte y la hacienda de 46 millones de argentinos no tiene ninguna autoridad formal que lo haga responsable de sus actos.


O cuando quienes negocian a espalda de los funcionarios que tienen la función de negociar son personas que carecen de responsabilidad ejecutiva, ello significa que el poder real no coincide con el poder formal. Y esto produce un desquicio en la gestión imposible de resolver.


Por otro lado, parece que tampoco se está administrando eficientemente la política, porque no se pueden construir las mayorías necesarias que permitan desarrollar un programa de gobierno de largo plazo y que puedan garantizar gobernabilidad, más allá de lo que suceda con la ley ómnibus.


Tampoco se observan nuevas ideas, innovación, creatividad en la búsqueda de soluciones, trabajo interdisciplinario y coordinado, conducción y liderazgo, articulación entre las distintas áreas para la elaboración de las propuestas integrales y transversales, entre otros aspectos. Y a esta altura del partido, el relato de la casta y la anti casta ya quedó demasiado expuesto.


Ahora bien, esto no significa que uno pueda hacer un juicio definitivo del Gobierno a menos de dos meses de que este asumió. Eso recién se puede hacer cuando podamos evaluar los resultados. Y ese juicio lo hace la sociedad en las urnas. Pero es bueno advertir de buena fe y a tiempo cuando el camino parece errado.


No se trata de oponerse a este Gobierno. Se trata de pedirle que haga las cosas bien. No se trata de que “mientras peor, mejor” como dicen algunos. Siempre se trata de que “mientras mejor, mejor”.


Claramente el país necesita cambios profundos, reglas de juego más virtuosas y estables, mas institucionalidad, más eficiencia y más libertad. Pero para que eso sea posible, hacen falta dirigentes que sepan gobernar, gestionar, conducir equipos, que sean capaces de generar certidumbre y de conciliar y equilibrar virtuosamente los distintos intereses que se anidan en el seno de la sociedad, a favor del conjunto.


También necesitamos estrategia, visión, ideas y creatividad en la búsqueda de soluciones y consensos. Para no caer siempre, por izquierda o por derecha, en la misma mediocridad.


Lic. Mgter. Luciana Flores.


Redes:


Twitter @luflorescba



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