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Progresismo sin progreso.

  • Foto del escritor: lucianaflorescba
    lucianaflorescba
  • 15 feb 2023
  • 3 Min. de lectura

Por: Luciana Flores


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El debate político actual en nuestro país gira en torno de la utilización de términos, consignas y eslóganes que no contribuyen a aclarar conceptos e ideas que resulten útiles para la sociedad ni aportan valor alguno a la construcción de un destino común para nuestra patria.

Términos como izquierda, derecha, conservador, progresista, populista, neoliberal, entre otros, se utilizan cotidianamente en las expresiones y debates de dirigentes y de la sociedad civil, sin que nadie explique bien su contenido, ni su contribución a la búsqueda de soluciones concretas a los problemas eternos del país.

Así las cosas, los espacios políticos se jactan de tener en claro aquello con lo que disienten, pero no especifican en concreto qué quieren y, menos aún, cómo lograrlo.

En este sentido podemos analizar, por ejemplo, el término progresismo, que, manoseado al extremo, hoy no explica nada; sólo genera confusión y no sirve para definir cuál sería la política que amerita tal definición.

En un intento de enriquecer el debate ciudadano, el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, afirmó en el discurso de apertura de las sesiones legislativas 2023: “No es progresista quien gobierna de manera autocrática y feudal por más que recite consignas, sino que es progresista quien aplica políticas públicas que apuntalen la movilidad social ascendente, respetando la institucionalidad y coordinando con todas las expresiones de la sociedad”.

Progresismo es un término que ha sido utilizado en distintas etapas de la historia de la humanidad y que, en cada momento histórico, ha tenido el significado de adherir a aquellos paradigmas que, en ese tiempo, significó un progreso en el sentido de mejorar la vida de las sociedades y de las personas, avanzando en la instrumentación de políticas que promueven la felicidad de la gente y la grandeza de las naciones.

Sin embargo, hoy parece más asociado a un club cultural de doctrinas destinadas a promover la confrontación social, atacando el tejido orgánico de la sociedad.

Recitar consignas progresistas al tiempo que se profundiza la decadencia de una sociedad que avanza desde hace tiempo degradando las bases de la educación, la producción, el trabajo, las instituciones, la seguridad y la dignidad de las personas, resulta caricaturesco.

Atrapados en una guerra ideológica que resulta más mediática que genuina, algún progresismo cultural parece querer enfrentar la productividad con la justicia social. Como si la justicia social no fuera el resultado de una sociedad donde “cada uno debe producir por lo menos lo que consume”.

Si la bandera de las ideas progresistas a través de los tiempos han sido las políticas sociales, no hay progresismo sin producción, sin trabajo, sin educación, sin igualdad de oportunidades, sin movilidad social ascendente, sin pobreza y sin indigencia.

Pero tampoco lo hay sin la defensa de la Constitución y de las instituciones, sin independencia de poderes, sin libertad y, por sobre todas las cosas, sin un respeto irrestricto de las leyes, que es la única manera de ser verdaderamente libres.

Vale aclarar también, a quienes advierten esta realidad, que tampoco habrá progreso si no se concibe en conjunto con todos los sectores interesados para lograr el desarrollo económico, social, político e institucional, consensuando y construyendo con quienes piensan distinto.

Si esto no se comprende, seguiremos nadando entre consignas y abstracciones, de un extremo al otro del arco ideológico, al tiempo que Argentina seguirá profundizando su decadencia.


Lic. Mgter. Luciana Flores.


Redes:

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