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Los sinsentidos del debate.

Por: Luciana Flores

Para: La Voz del Interior.

El domingo pasado asistimos al debate preelectoral de los candidatos a presidente que se enfrentarán en las urnas este domingo y que definirán el destino del país y de nuestra gente en los próximos cuatro años.

Mucho se ha hablado esta semana al respecto. Personalmente, me resisto a realizar una evaluación desde un punto de vista que no analice alguna de las pocas ideas que allí se plantearon. O que se centre en calificar o descalificar a los candidatos por la viveza con la que actuaron; por las estrategias para imponerse; por las consignas que generaron mayor o menor impacto; por la condición psicológica o la credibilidad que pudieran tener, o por cualquier otra cuestión que no analice qué ideas tienen para gobernar el país o qué harán en caso de llegar al poder. En síntesis, por sus propuestas. Y esto sin negar ni desconocer que ese otro tipo de análisis también merece ser hecho, porque la ciudadanía lo hace.

Tampoco puedo negar la influencia que tiene en la captación del voto el hecho de que las redes sociales y las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones han modificado radicalmente la forma de las campañas electorales, y que en este marco lo que impacta es la consigna, el mensaje corto y contundente.

No por ello dejo de creer que la dirigencia tiene la obligación de poner el debate en torno a las ideas que partan de una cosmovisión del hombre y del mundo.

A tales efectos he tomado uno de los ejes temáticos que me pareció importante a la hora de definir la estrategia de inserción global de nuestra nación: las relaciones exteriores.

Para empezar, lo que escuché y vi fue una discusión superficial, que no podía distinguir la diferencia entre los intereses de una nación y algún tipo de alineamiento ideológico o partidario, por un lado, y entre los roles del Estado y los de los privados, por el otro. Probablemente impulsados por la necesidad de llamar la atención o de descalificar al otro de manera simple y sintética, para impactar en los oyentes.

Lo que pasa es que es demasiado importante el debate: tanto el lugar que Argentina ocupará en el concierto de las naciones como el hecho de que en tiempos de un mundo económicamente globalizado no se puede prescindir de este para generar progreso y bienestar.

Cuando el proceso de universalización avanza a pasos agigantados, nadie puede negar que Argentina debe proponerse no ser un convidado de piedra al diseño del sentido de la historia, y que debe integrarse al proceso económico mundial desarrollando sus potencialidades, compitiendo y fundamentalmente desarrollando aquellos aspectos donde tenemos amplias ventajas comparativas.

Pero una cosa es vincularse al mundo desde el punto de vista de las relaciones económicas y financieras, y otra muy distinta es hacerlo por afinidad ideológica o partidaria. Las relaciones institucionales de Estado a Estado deben girar en torno a definir cuáles son las ventajas concretas para la Argentina que favorezcan su desarrollo económico y el bienestar de su pueblo, y deben sostenerse en el tiempo.

Y en ningún caso deben incluir actividades que comprometan el sistema de valores de la sociedad argentina o que lesionen la soberanía nacional y que pongan en riesgo la neutralidad de nuestra nación en los conflictos de otros países.

Lord Palmerston, político británico que ocupó el cargo de primer ministro del Reino Unido a mediados del siglo XIX, dijo en su oportunidad: “Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes; tiene intereses permanentes”. Eran épocas de la reina Victoria, cuando estaban en la cumbre del poder mundial.

LOS ROLES DEL ESTADO Y DE LOS PRIVADOS

En las relaciones exteriores de toda nación, intervienen tanto los estados como los privados. El Estado tiene mucho que ver con la defensa de los intereses económicos del país y de sus empresas promoviendo visitas, convenios, integraciones y generando espacios para el comercio internacional.

Los privados tienen mucho que hacer a la hora de aprovechar aquellas normas y puertas que el Estado abre para realizar negocios que nos permitan tener una balanza comercial y de cuenta corriente positiva, y así acumular reservas que financien la inversión y el crecimiento económico.

Reducir el debate a consignas dicotómicas puede resultar útil en términos electorales, pero es contraproducente a la hora de gobernar y de establecer las políticas de Estado que nos permitan proyectar un futuro para nuestra patria.

Lic. Mgter. Luciana Flores.

Redes:


Twitter @luflorescba







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