El viaje a Cancún de Luana Volnovich.

Por: Luciana Flores

Fue noticia en los últimos días el viaje de la Directora Ejecutiva del Programa de Atención Médica Integral (PAMI), Luana Volnovich, junto a su pareja y número 2 de la obra social de los jubilados, Martín Rodríguez, a las exclusivas playas del caribe mexicano.

Las vacaciones de la funcionaria y de su pareja, despertaron duras críticas desde la oposición y en redes sociales. Pero más allá de los argumentos partidarios a favor y en contra, la realidad es que hay algo que hace ruido.

El problema no es el viaje a Cancún o si veranea en Argentina o en el exterior. El problema ni siquiera es el hecho de que promueva a través de sus redes sociales el turismo termal en el marco del programa Previaje para los beneficiarios del PAMI.

El problema es la hipocresía y el doble discurso. No se puede tener una doble vara, una para condenar el comportamiento de los otros y otra distinta para absolver el propio. Fueron ellos mismos los que durante el período de pandemia juzgaron a quienes viajaban al exterior, acusándolos de frívolos y superficiales. Lo que molesta es el doble discurso, el doble estándar que no se manifiesta sólo en este hecho sino en la manera de juzgar conductas según sean oficialistas u opositores.

Pero el problema más grave, en mi consideración, es la falta de conciencia de servidor público que debieran tener todos los funcionarios en estos tiempos difíciles que atraviesa nuestro país a raíz de la pandemia y de la extrema pobreza que se vive.

Un servidor público, y especialmente uno de alto rango, no puede hacer ostentación de riqueza frente a la pobreza y a la enfermedad que aqueja a nuestro pueblo. Más aún, si consideramos que es la titular del PAMI y conduce uno de los sectores más vulnerables de Argentina como son los jubilados. Sus acciones no pueden no leerse, al menos, como una gran falta de sensibilidad y empatía frente a las necesidades de quienes representa.

En reiteradas ocasiones se escucha decir que el gobierno perdió las elecciones por la extensa cuarentena. El presidente perdió las elecciones por la hipocresía de pretender para el pueblo lo que no pretendía para ellos. La fiesta de Olivos, el Vacunatorio VIP, aperturas de los distintos sectores pero escuelas cerradas (tomadas por Baradel) es lo que se critica. Miles de personas sin poder despedir a sus seres queridos mientras se despedía con fines electorales en un velorio multitudinario a Maradona.

Creo que se podrían haber tolerado los errores cometidos en las políticas implementadas en una guerra contra un enemigo desconocido, donde se tomaban decisiones sobre la marcha, sin información científica disponible y bajo la influencia del miedo a perder tantas vidas como se observaba en otros países, donde el COVID arrasaba con las vidas humanas, incluso sin acceso a la atención médica por terapias colapsadas. Esos errores podían perdonarse.

Lo que no se perdona es el doble discurso, la doble vara, la hipocresía de creer que el pueblo les debe algún reconocimiento y que por ello sus privilegios son más urgentes que las necesidades de la sociedad.

La autoridad no se obtiene con el cargo. La autoridad se construye. Con los valores que se expresan y la conducta que se tiene. Con la consistencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.

Un viejo general de la patria, fundador del partido que dicen representar, decía que “el cargo no hace al ciudadano, que el ciudadano hace al cargo”, y que un funcionario público debe estar al servicio del pueblo, no puede ser libre, y si quiere ser libre que se vaya al pueblo.

La austeridad, la sensibilidad y la empatía serían buenos valores para quienes han elegido ponerse al servicio de la sociedad en estos tiempos tan complicados para la mayoría de los habitantes del país.

La sociedad entiende que la ética y la moral se construyen con el ejemplo. Y ya va siendo hora de que los representantes del gobierno y de la oposición por fin lo entiendan.

@lucianaflorescba