Por: Luciana Flores.
Para: La Voz del Interior.
Este domingo se realizará el acto electoral que definirá el destino de una patria herida por años de frustraciones y decepciones; que no encuentra la forma para salir del laberinto en el que se halla.
Pero el futuro que se vislumbra es demasiado incierto. Porque en esta campaña electoral nadie ha dado certezas ni ha inspirado la confianza necesaria para darnos previsibilidad de cara al futuro.
La crisis del sistema democrático, que se advierte en muchos paÃses del mundo, adquiere relieves dramáticos en la Argentina, donde se verifica de manera creciente y sostenida en el tiempo una pérdida del poder de representación de los partidos polÃticos y de sus dirigentes.
Si desde mediados de los años 1990 venÃan sufriendo un proceso creciente de descrédito, este se aceleró en los últimos tiempos y confirmó la tendencia.
El fracaso de los partidos polÃticos para resolver los problemas del paÃs ha agregado más agua al molino del desprestigio. Y el gigantesco deterioro del bienestar de los argentinos ha arraigado en la sociedad rabia y decepción respecto de los mismos.
Pero hay un hecho del cual es muy difÃcil volver, que es la pérdida de la confianza en el sistema y en los dirigentes. La confianza se pierde, en la polÃtica como en la vida, cuando nos alejamos de la verdad y recurrimos a relatos e interpretaciones que tienden a disimularla, cuando no a falsearla detrás de intereses inconfesables.
Esto produce un enorme daño al crédito público, porque la sociedad percibe esta conducta por la cual no se dice lo que se piensa y no se hace lo que se dice. Ese comportamiento contrario a los valores que se predican, o en consonancia con acciones que al mismo tiempo se critican, es lo que llamamos hipocresÃa y es lo que desacredita a vastos sectores de la dirigencia sin distinción de color polÃtico o ideologÃa.
No debiera ser moneda corriente la afirmación de que no hay dirigentes que resistan un archivo. Y si bien no se puede generalizar, pues existen quienes conciben a la polÃtica como una actividad al servicio de la comunidad y han mantenido una coherencia a lo largo de su accionar, ya son demasiados quienes dan pie a esta afirmación.
La hipocresÃa es la verdadera causa por la cual nuestro paÃs no ha podido, durante décadas, construir acuerdos colectivos que brinden un marco de estabilidad y previsibilidad a la economÃa y a la vida de las personas, como sà sucede en paÃses vecinos.
Esta es la verdadera causa por la cual ha sido imposible delimitar polÃticas de Estado que se sostengan en el tiempo. Porque no se pueden construir acuerdos sobre la base de discursos apócrifos. Porque es imposible construir verdades colectivas sobre la base de relatos.
El deterioro social va de arriba hacia abajo. Y cuando esto sucede, todo el entramado social queda enredado en ese juego perverso del sálvese quien pueda. AsÃ, se destruyen los pilares de la vida democrática y republicana y las posibilidades de ser un paÃs serio.
Estamos ante una de las crisis polÃtica, económica y social más grande y más profunda de los últimos tiempos, producto de una decadencia que no se detiene gobierno tras gobierno.
Vivimos el final de un proceso de desaparición de la Argentina como actor en el diseño del mundo. Nos hemos trasformado en un mero convidado de piedra del porvenir.
Las tres principales fuerzas polÃticas que ambicionan y luchan por el poder están llenas de contradicciones, tanto en sus propuestas como en sus implementaciones.
Para el gobierno que se elija, habrá llegado la hora de definir un camino que reconstruya la confianza pública resolviendo los problemas polÃticos, económicos y sociales, en ese orden.
Pero ha llegado la hora también de empezar a hablar con la verdad de las cosas, que es la única realidad, para recuperar la legitimidad del sistema. Porque, como ya se vislumbra, el poder polÃtico resultante estará fragmentado, y al no existir hegemonÃas, obligará a generar consensos.
Para ello, lejos de sentarse a la mesa con la actitud de sacar ventajas mediocres y efÃmeras, habrá que hacerlo poniendo lo que cada uno tiene al servicio de la verdad y del bien común.
Lic. Mgter. Luciana Flores.
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