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¿De quién es la culpa? El debate en tiempos de fracasos.

  • Foto del escritor: lucianaflorescba
    lucianaflorescba
  • 2 nov 2022
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 15 feb 2023

Por: Luciana Flores

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Hace unos días, Héctor, un seguidor de Twitter, en una de mis publicaciones referidas a la situación económica actual me consultó: “¿pregunta de ciudadano común: según su punto de vista, nada positivo hizo este gobierno?


Reconozco que me conmovió la delicadeza de la pregunta (algo no muy común en el mundo de las redes sociales) al mismo tiempo que sentí la necesidad de comprometerme con la respuesta un poco más allá de las emociones.


Pensé que, como en la mayoría de los gobiernos, siempre hay cosas buenas y malas. No todo es blanco o negro.


De hecho, creo que la renegociación de la deuda con el FMI llevada a cabo por el ex ministro de economía Martin Guzmán, por ejemplo, era necesaria y fue positiva, aunque se demorara innecesariamente debido a las peleas internas del Frente de Todos.


De la misma manera consideré que se podía reconocer el sistema de ayuda económica que el estado brindó al sector empresario y a las personas en tiempos de pandemia y el hecho de que, a diferencia de otros países, muy pocas personas murieron sin recibir atención médica. Aspectos que quedaron opacados por los gravísimos episodios del Vacunatorio VIP, la Fiesta de Olivos y la oscura negociación por las vacunas.


Sin embargo, y al margen de las preferencias individuales y de que cada uno ha sido afectado en mayor o en menor medida por los distintos gobiernos, la realidad es que los resultados de las últimas dos gestiones de gobierno han sido malos. Aumento de la pobreza y caída del poder adquisitivo de las mayorías.


Podemos sumar también una inflación galopante, caída de la inversión productiva, graves desequilibrios macroeconómicos, aumento de la deuda pública y degradación del sistema educativo, entre otros.


Podemos convencernos también, si así lo deseamos, de que la responsabilidad no le cabe a quien gobierna si no a factores externos (como la guerra, la pandemia, o el precio de los commodities), o a los distintos sectores de la sociedad (a los gremios, empresarios, jueces o movimientos sociales), a la herencia recibida del gobierno anterior, al “gradualismo” o a la suerte.


Aunque es necesario decir que, responsabilizar a terceros por los fracasos propios, tanto en un gobierno como en la vida misma, no ha llevado nunca a buen puerto.


Desconocer la responsabilidad que le compete a quien gobierna por los resultados obtenidos a lo largo de su gestión, es desconocer los principios básicos de la conducción y el liderazgo.


Si el poder de hacer las cosas bien y de alcanzar buenos resultados recae en factores externos a la propia conducción y entonces no depende de quien conduce, ¿Cómo puede quien conduce, o aspira a conducir, prometer buenos resultados?


No hay lógica ni coherencia alguna en esta argumentación.


Se puede debatir si la deuda en pesos de la actual gestión de gobierno es mejor o no que la deuda en dólares tomada por la gestión anterior, si la fórmula de actualización de las jubilaciones de Macri era mejor que la actual, si la justicia debe pagar el impuesto a las ganancias o no, si la inflación es multicausal o puramente un fenómeno monetario o si en la Argentina de los últimos tiempos el cepo es, o no es, el mal menor.


Lo que no se puede discutir es el hecho de que las últimas dos gestiones de gobierno, redujeron la clase media y llevaron a la pobreza a millones de argentinos.

Lic. Mgter. Luciana Flores.

Redes:

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