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El debate no es el ajuste, sino quién lo paga.

Por: Luciana Flores

Para: La Voz del Interior.


El próximo 19 de noviembre, la voluntad mayoritaria decidirá quién será el próximo presidente argentino. Y el 10 de diciembre, el presidente electo deberá hacerse cargo de un país quebrado, sin reservas, de frágiles instituciones, con una situación social extremadamente vulnerable y sin mayorías en el Congreso. La herencia es cada vez más pesada. No vale decir que no se sabía.

Mientras, una grieta alimentada durante años de discursos agresivos y descalificantes carcome el cuerpo social de la Nación y nos enfrenta por cuestiones que no llevan a resolver los problemas.

Quien resulte ganador deberá ocuparse de tener claridad respecto de la magnitud de los desequilibrios macroeconómicos que enfrenta, de sus causas y soluciones, de los obstáculos a los que deberá hacerle frente y de las herramientas de las que dispone para semejante desafío. 46 millones de argentinos no soportan más excusas para justificar la impericia o la soberbia de unos pocos.

DEUDAS Y DESEQUILIBRIOS MACROECONÓMICOS: UNA TORMENTA PERFECTA

Existe un consenso respecto de la grave distorsión de precios relativos que imposibilita el normal funcionamiento de la economía. Sin embargo, para normalizar esta situación, hay que acertar en las medidas que se implementen, porque, con un 50% de pobreza y de economía informal y un 180% de inflación estimada, equivocarse puede ser catastrófico.

Estamos enredados en un sinnúmero de tipos de cambio y en un sistema absurdo y arbitrario de importaciones y exportaciones que destruye toda institucionalidad. Unificar tipos de cambio, institucionalizar el sistema de comercio exterior, clarificar las reglas del juego y abrir de manera inteligente la economía al mundo cuidando el interés nacional demandarán mucho más que consignas ideológicas.

La deuda por importaciones ya supera los U$S 50 mil millones; la deuda con China, otros U$S 11.500 millones, y el juicio con YPF demandará unos U$S 16 mil millones. Además, la deuda pública del Estado equivale a más de U$S 400 mil millones y representa un producto interno bruto (PIB). Las reservas netas del Banco Central se estiman negativas en U$S 10 mil millones.

Por otro lado, el Banco Central tiene un déficit cuasi fiscal del 10% del PIB, es decir, más de tres veces el déficit fiscal primario estimado para este año. Esta bola de nieve es uno de los principales problemas que deberá resolver el próximo presidente, aunque no queda claro el camino que va a seguir.

Entre las deudas y las distorsiones enunciadas, estamos frente a una tormenta perfecta que habrá que sortear. Inevitablemente el conjunto de la sociedad transitará una etapa de ajuste de su economía. La pregunta es quiénes pagarán ese ajuste.

¿QUIÉN PAGARA EL AJUSTE?

Milei explica que lo pagará la política eliminando sus privilegios. El problema es que el ahorro de la política representa el 1% del PIB, en el mejor de los casos, por lo que no será la política quien pagará este ajuste.

Massa explica que resolverá los desequilibrios con exportaciones y saldo a favor de la balanza comercial. Habrá que rezarle al universo para que Argentina tenga un superávit comercial de la magnitud de sus problemas económicos y financieros.

Históricamente, los ajustes que se realizaron a la economía en nuestro país recayeron principalmente en los sectores asalariados y productivos. Además, desde la crisis de marzo de 2018, se viene verificando una gigantesca transferencia de ingresos de estos sectores al sector financiero como consecuencia del manejo de la relación entre tasa de inflación, tasa de devaluación y tasa de interés.

Sería deseable que la carga del ajuste fuera proporcional a la capacidad de cada sector de la economía. Es necesario que quienes aspiran a conducir el país expliquen cómo harán para que esto suceda.

Es innegable que Argentina necesita un giro de la política económica hacia reglas de juego claras y estables que les den previsibilidad a la economía y a los ciudadanos. Ello implica también liberar la economía de la arbitrariedad y de la discrecionalidad de tantas restricciones y manoseos.

Pero se debe explicar si la libertad de mercado se refiere al viejo y virtuoso mercado de bienes y servicios o se refiere sólo a los instrumentos del mercado financiero, lo que significaría seguir profundizando la transferencia de ingresos hacia estos sectores a costa de la economía real y productiva que es la única y verdadera fuente de crecimiento y desarrollo de las naciones.

Lic. Mgter. Luciana Flores.


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Twitter @luflorescba









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